miércoles, 28 de enero de 2015

La demolición democrática

    Publicamos hoy en Cruzando el Rubicón un artículo del profesor Francisco Torres sobre el inminente derribo del monumento a Onésimo Redondo, sito en las afueras de Valladolid. El ayuntamiento, casi propiedad patrimonial de la derecha, no sólo ha dado el visto bueno sino que pagará los gastos de la ignominia, de la reconstrucción orwelliana de la Historia a golpe de piqueta.

Onésimo Redondo es un personaje inmenso eclipsado en buena parte por personalidades y acontecimientos que hicieron temblar España y, como siempre que esto ocurre, el mundo entero. Él, hijo de familia de campo, consiguió con su esfuerzo progresar personalmente y representó y defendió a los labriegos que se veían sometidos a las tiranías capitalista o marxista. Onésimo creó las Juntas Castellanas de Acción Hispánica para hacer frente a los abusos que se cometían en el campo, con una mentalidad de renovación, con propuestas reales y posibles y con una firme determinación de arriesgarlo todo para cumplir su misión en esta vida.

Onésimo y sus Juntas Castellanas se unieron a las JONS de Ramiro Ledesma, un movimiento sincero, directo, en buena parte poético, que no rechazaba por proteger intereses particulares el cometido al que la propia conciencia obligaba, esto es, defender la identidad, la unidad y la grandeza de España proponiendo justicia y pan. Las JONS fueron a su vez completadas por la Falange Española de José Antonio, que otorgó fórmula filosófica a lo que ya era la mejor filosofía de vida: arriesgarlo todo por las creencias de uno mismo.

Onésimo debería ocupar en los libros de Historia un lugar destacado, como héroe del humilde, como campeón del débil, como protector del desamparado. No es, por tanto, un ataque a una figura histórica de indudable valía sino, más bien, la negación de su misma existencia con la insana intención de mantener a nuestra nación y nuestro pueblo inclinados, serviles, arruinados y expoliados.

No es extraño, por tanto, que las izquierdas con la excusa ideológica –qué sabrán ellos de la ideología de Onésimo- o las derechas con la excusa legalista –qué sabrán ellos de la auténtica fuerza de una ley- quieran modificar la Historia a golpe de piqueta, quieran destruir un monumento de innegable valor artístico en aras de una tan manida como falsa paz social.

Onésimo Redondo dio la vida combatiendo en defensa de su nación, algo de lo que patrioteros derechistas no fueron, son ni serán capaces de hacer. Ellos prefieren esperar en cómodos rincones a que el héroe haya sido vencido, haya sido asesinado y casi olvidado para, entonces y sólo entonces, sumarse a la orgía de la desmemoria.

No es, por tanto, sorprendente que los politicastros del Régimen del 78 aprovechen la piqueta para privar al español de una contestación real, sincera y convencida. La democracia se defiende ridiculizando, ocultando o destruyendo todo rastro de heroísmo y de amor para convertirnos en masa manejable.

Onésimo Redondo es nuestro ejemplo y, por mucho que derriben un monumento más que merecido, siempre estará en nuestro corazón y en nuestra mente el camino que él, y otros como él, marcaron con su vida y con su muerte.

CeR

Onésimo Redondo, asesinado esta vez por la derecha pepera

    Reproducimos por su interés el artículo del profesor Francisco Torres García, publicado en diarioya.es, sobre la intención de borrar la historia dinamitando monumentos.

Hace casi ochenta años Onésimo Redondo, fundador de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, editor y director de varios periódicos -uno de ellos bautizado significativamente como Libertad-, que desembocarían en las JONS para fusionarse con la Falange de José Antonio, defensor de los campesinos vallisoletanos, perseguido por el régimen republicano, que no tuvo reparos a la hora de auxiliar a la derecha acobardada y perseguida por la izquierda en la primavera de 1936, que no rehusó a una posible coalición en las municipales que teóricamente se iban a celebrar tras la victoria del Frente Popular por hacer frente a la inminente revolución, fue asesinado por la izquierda en una refriega al principio de la guerra porque no quiso parapetarse tras la mesa de un cómodo despacho. Onésimo Redondo, aclamado y exaltado después, también por esa derecha vallisoletana trufada de patriotismo verbenero como "Caudillo de Castilla".

Han pasado casi ochenta años y hoy, merced a la cobardía moral y real de eso que algunos consideran la derecha española, a la entrega del Partido Popular, actuando al unísono a nivel nacional y local (todo huele a podrido en Génova, que diría un epígono de Shakespeare), sirviendo de lacayos y mamporreros a la izquierda de todos los tintes, a los beodos y becerros que exhiben banderas tricolores, el monumento que se levantara en un cerro próximo a la capital castellana va a ser derribado. No lo hace caer la izquierda, pese a que lo ha intentado una y otra vez, pese a sus exiguas y ridículas concentraciones. Lo derriba la derecha para mayor escarnio y vergüenza.

Digámoslo sin medias tintas. Ayer la izquierda asesinó con balas a Onésimo Redondo, hoy la derecha, el Partido Popular, se brinda orgullosa a participar en la ejecución de su memoria. Hoy viernes o en los días próximos el Ayuntamiento de Valladolid gobernado con mayoría absoluta por el Partido Popular, de común acuerdo con el Ministerio de Industria al que pertenecen los terrenos, entregará el soberbio monumento dedicado a Onésimo Redondo físicamente a la piqueta y moralmente a la izquierda que lleva años atacándolo, pintándolo y derribando sin que el valiente alcalde de la derecha, ese que blasonaba de declaraciones salidas de tono para alimentar a lo  más cavernaria de sus seguidores, haya recordado jamás de que ideología eran las balas que pusieron fin a la vida de Onésimo. Hoy, a la cobardía de ayer suma el Partido Popular su decisión de colaborar entusiásticamente en la nueva ejecución del líder falangista.

Hoy el alcalde del PP, el presidente de la Comunidad del PP y hasta el gobierno del PP podrán exhibir esta decisión, cara a las municipales, como una muestra más de que ellos son tan progres como el que más, que sin problema escupen sobre el pasado y se suman a la suicida exaltación de la orgía republicana de 1936-1939, mientras que la izquierda hace una muesca más en el revolver de la venganza. Y es que en el fondo para ellos "París bien vale una Misa" y, además, qué narices, Onésimo, que no quería ser de derechas, no era de los suyos aunque Josemari jugara a las cartas en Quintanilla de Onésimo. Y por si fuera poco había definido a los partidos como sociedades para la explotación del voto y a los peperos no les gusta que los pongan delante del espejo.

Se me olvidaba, siempre tienen una excusa. Como diría Mariano: no nos queda más remedio, es a lo que obliga la ley porque no querrán ustedes que yo no mantenga, por inicua que sea, una ley hecha por la izquierda como esa de la Memoria Histórica. Que pena no ser de Pucela para en las próximas elecciones depositar en la urna en vez de una papeleta una foto de Onésimo Redondo y despacharme a gusto.

Francisco Torres García

jueves, 22 de enero de 2015

La realidad de la democracia

   Que la situación socio-económica en España es preocupante no se le pasa a nadie y ninguna persona con un mínimo de sensatez lo puede negar. Casi una cuarta parte de la población activa está desempleada o, en el mejor de los casos, dedicada a chapuzas esporádicas que permiten la supervivencia de miles de familias. Una cuarta parte que incumple, por obligación, con los gravámenes del Estado, usados por el Régimen del 78 no para sostener y engrandecer al cuerpo social de la nación sino, casi en exclusiva, para repartírselos en lujos y vicios. Todo mientras la propia clase política, tan desdeñosa con los problemas reales que a ellos ni siquiera rozan, no está dispuesta a emprender un cambio profundo en el modelo económico que ha demostrado a todas luces ser insuficiente cuando no inicuo para la sociedad a la que debería servir.

En esa cuarta parte ya no cuentan decenas de miles de jóvenes que han tenido que recuperar una lacra para la riqueza nacional como es la emigración. Emigración que han fomentado y alabado los responsables de que no exista, de que no sea obligatoria. El futuro de nuestra nación, el esfuerzo que individual y colectivamente se ha hecho para preparar toda una generación, no tendrá un retorno ni una amortización. Tan sólo unos envíos de dinero que apenas cubrirán las necesidades de las familias de emigrantes que han quedado en España.

Otro segmento de esa cuarta parte inactiva de la población son los mayores de 45 años que han quedado en paro no por su mal hacer sino por la pésima gestión de sus jefes o la rapiña del Régimen, que tantas empresas ha arruinado. Esos mayores de 45, por regla general y según el modelo económico español, no volverán a trabajar nunca. Es decir, las décadas de experiencia que ellos pueden aportar al enriquecimiento de la nación se quedarán desaprovechadas por una exclusión tácita por motivos de edad. Centenares de miles de españoles que, tras haber trabajado decenios, se encuentran en la desesperanza de los rechazos recurrentes en sus intentos de encontrar un puesto de trabajo donde ganarse el pan, el suyo y el de sus familias.

Por otro lado, los jubilados, héroes en esta España de molicie, soportan sobre sus espaldad solidariamente la ruina de sus hijos o nietos y asumen una preocupación por el futuro que no debería ser ya suya sino de la población activa. Ellos, los jubilados, que sacaron adelante nuestra nación con enormes esfuerzos y la rescataron de la pobreza otorgándonos a las siguientes generaciones un país rico, tranquilo, orgulloso, en paz, tienen ahora que arrostrar como propias unos desvelos que no merecen.

Vemos cómo el Régimen del 78, por una ineptitud que es difícil creer que sea inocente, ha laminado todo el tejido industrial, agrícola y social español en el altar de una supuesta modernidad, en el servilismo a potencias extranjeras y en beneficio de la acumulación del capital en muy pocas manos –en el XIX eran pocas personas o pocas familias, ahora son pocas compañías; el efecto es el mismo-. Se persigue al pequeño propietario y a las empresas familiares acosándolos con impuestos desmedidos, gestiones laberínticas y legislación hostil, sumiéndolos en un dédalo de administraciones y un sinfín de preocupaciones.

Es ésta la realidad de la democracia, de cómo ese sistema tan ajeno a nuestra Historia y a nuestra nación ha ido aruinándonos hasta, sencillamente, destrozar nuestra economía nacional. ¿Hasta cuándo sufriremos esta lacra?

CeR

miércoles, 21 de enero de 2015

La solución a la corrupción

   Como decíamos ayer, el parasitismo de toda una amorfa clase política sobre la Administración Pública, lo que ha hecho posible llegar a unos niveles de corrupción casi tercermundistas. Allí, donde nada funciona bien si no es a cambio de una coima, un soborno o un premio; donde ninguna licencia se da sin haber comprado antes al concejal o al alcalde; donde ninguna pena existe sin la aprobación previa del cargo político correspondiente. Ese es el modelo político que, durante décadas, el Régimen del 78 ha ido imponiendo en España.

Aun hoy, y aun con dicho control casi absoluto, algunos casos van saliendo a la luz de la mano de jueces y policías –miembros del Estado, no del sistema-. Y eso es bueno, que la corrupción se persiga una vez se descubra. Pero no nos engañemos, aunque la ley tiene una función didáctica, siempre será insuficiente en un sistema tan putrefacto como el del Régimen del 78. Es decir, se puede luchar contra las consecuencias –la corrupción- pero éstos nunca desaparecerán del todo mientras no se elimine la causa.

De acabar la invasión de la clase política en la sociedad y, más aún, en la Administración Pública. Hay que liberar al cuerpo funcionarial de tantos cargos intermedios ineptos, puestos allí arbitrariamente, siguiendo el capricho de un político antes que ninguna exigencia profesional. O lo que es lo mismo, que no haya más cargos políticos que los indispensables –hasta secretario general en la administración estatal, diputado en la provincial y concejal en la municipal- eliminando la posibilidad de que éstos contraten un sinfín de asesores y ayudantes.

Asimismo, hay que laminar administraciones inútiles como las Comunidades Autónomas. Éstas, con la excusa de la descentralización, de acercar más la administración al común de los españoles, han formado 17 reinos de taifas mucho más centralistas que la propia administración estatal; han costado la ruina a no pocas regiones y, solidariamente, a la nación entera; han sido un foco incontrolable de corrupción y de mamandurria de todos los partidos políticos que han participado de ellas; han despreciado y minado la unidad de la nación, sin la cual ningún progreso es posible; y han demostrado su ineptitud en cuanto a los fines que se les otorgaba.

La eliminación de las CC.AA. debe ir acompañada de una descentralización administrativa real y no sólo teórica hasta los municipios y la recuperación de competencias por parte del Estado. Además, es necesario recuperar el Cuerpo de Interventores, funcionarial, para controlar de modo independiente las cuentas en las administraciones locales, así como rescatar y blindar la independencia del Tribunal de Cuentas y del Banco de España.

Pero no seamos ilusos: no será este Régimen el que permita hacerlo ni será con las reglas que el sistema propone para acceder al poder como se pueda llevar a cabo una reforma de tan gran calado y tan necesaria. Tendremos que buscar, con firme e insobornable voluntad, otros caminos para hacerlo. Sean éstos los que fueren y exijan éstos lo que exigieren.

CeR

martes, 20 de enero de 2015

El Régimen del 78, esencialmente corrupto

   Según una noticia de última hora, el antiguo tesorero del PP, Bárcenas, saldrá inminentemente de prisión pagando una fianza de 200.000 euros. Es la coima que paga por no tener el mismo trato que el común de los españoles. Pero eso, siendo legal, no es lo grave.

Lo grave es que el Régimen del 78 ha ido legislando poco a poco para enriquecer a dos generaciones de políticos en niveles que ellos nunca antes habrían siquiera soñado; que el Régimen del 78 ha montado un sistema alrededor del Estado para beneficio propio parasitando la Administración Pública; que el Régimen del 78 ha anulado los órganos de control económico –y moral- para robar con garantía de no ser vigilados ni, consecuentemente, castigados; que el Régimen del 78 ha arruinado la Nación llevándola al borde de la desaparición.

Que de los cientos de casos de corrupción política sólo unos pocos –media docena o menos- hayan acabado con el culpable en prisión indica claramente hasta qué punto el Régimen ha sido construido sobre la impunidad de los políticos. Un Régimen que, basándose en el principio democrático, ha colonizado con los partidos políticos todas y cada una de las esferas sociales en España. No por un interés ideológico que, aun torticero, tendría una trascendencia. El último motivo es mucho más prosaico y miserable: el simple y llano latrocinio.

En España disfrutamos de un Estado sólido basado en un cuerpo de funcionarios, expertos en diversas materias y difícilmente sobornables –para ellos, en contra de los políticos, la ley sí es rigurosa y sí se cumple-. Observamos cómo la corrupción funcionarial es marginal, una excepción que confirma la regla de que el Estado –no el sistema o el Régimen sino el Estado- funciona honradamente.

En cambio, sobre estos funcionarios expertos tenemos una legión de políticos -asesores, consejeros, secretarios, directores y demás- que no han demostrado otra cosa que fidelidad al partido de turno. Fidelidad que, en esta época, no significa otra cosa que untuosidad al jefecillo partidista, adulación al siguiente en la cadena de mando del partido o servilismo y sumisión a cualquier decisión por injusta y arbitraria que ésta sea. Personas que no tienen categoría profesional pero sí una relación de amistad, parentesco o simple comilitancia con el alcalde, el consejero, el diputado o el ministro, o tantos otros cargos políticos también sin prestigio profesional, escondidos tras una supuesta legitimación por las urnas.

El Régimen del 78, que se presenta como el modernizador de España, nos retrotrae en realidad a las épocas más oscuras del siglo XIX y de principios del XX. Nos vuelve violentamente al ambiente del Vuelva usted mañana de Larra y seca España de talento, de respuesta y de crítica real. Convierte la Nación en un terreno yermo en inteligencia, esclavo de la ignorancia, preso de la estupidez.
 
Ésta y no otra es la categoría moral de los que han decidido y deciden el presente y el futuro de nuestra Patria.

CeR