lunes, 2 de abril de 2012

Una bomba de relojería

El Gobierno publicó, tras el Consejo de ministros, una serie de medidas que, según asegura, va encaminada a conseguir una austeridad suficiente y, en definitiva, salir de la crisis. Entre todas las medidas, llama la atención la amnistía fiscal que el Gobierno ha propuesto para todo aquél que tenga fondos fuera de España y no haya pagado por ellos al fisco. De este modo, el Gobierno garantizará el reintegro en la economía nacional de dichos fondos con tan sólo un 10% de retención.
 
Que la medida es demagógica lo demuestra la cantidad de dirigentes del PP en todos los niveles que ha salido a defenderla, así como los palmeros proclives al PP en distintos medios de comunicación. Que la medida es inoperante lo aclara el sentido común más primario pues, si una persona ha mantenido importantes fondos fuera de España para así evitar pagar al fisco ¿por qué van a elegir ahora pagar el 10%? ¿Por patriotismo, quizás, una de las virtudes que peor se entiende con el dinero y con la riqueza? Pero lo más grave es la injusticia inherente a la medida: los beneficiados, de haberlos, serán los propietarios de grandes fortunas y en ningún caso el español medio. Además, ese tipo de medidas ad hoc son torpedos contra la línea de flotación de un Estado de derecho.
 

El Estado de derecho es una organización metódica nacional que se rige por leyes. Es decir, no es, como se piensa, sinónimo de democracia sino, en cualquier caso y bajo cualquier sistema, describe el imperio de la ley. Es el Estado de derecho, el imperio de la ley, lo que nos provee de un marco suficientemente sólido y estable para emprender las misiones que correspondan en un clima de buena y justa convivencia.

No es con medidas que incumplan el principio de equidad como se puede mantener una nación unida ni una sociedad en paz, ni se puede crear un ambiente favorable a la creación de riquezas de forma general, por mucho que esta misma idea haya sido repetida hasta la saciedad en estos dos últimos días. Estas propuestas, llevadas a cabo, tensarán aún más la cuerda social e irán minando la confianza del pueblo en sus dirigentes. La contestación callejera, que existirá de llevarse a cabo medidas como la amnistía fiscal, tendrá más de un motivo legítimo para existir. Y contra la legitimidad las leyes positivas antijurídicas nada pueden, más allá de alargar artificialmente una agonía, la del Estado autonómico, que ya nos ha costado demasiados sacrificios y demasiadas injusticias.
Cruzando el Rubicón