miércoles, 28 de enero de 2015

La demolición democrática

    Publicamos hoy en Cruzando el Rubicón un artículo del profesor Francisco Torres sobre el inminente derribo del monumento a Onésimo Redondo, sito en las afueras de Valladolid. El ayuntamiento, casi propiedad patrimonial de la derecha, no sólo ha dado el visto bueno sino que pagará los gastos de la ignominia, de la reconstrucción orwelliana de la Historia a golpe de piqueta.

Onésimo Redondo es un personaje inmenso eclipsado en buena parte por personalidades y acontecimientos que hicieron temblar España y, como siempre que esto ocurre, el mundo entero. Él, hijo de familia de campo, consiguió con su esfuerzo progresar personalmente y representó y defendió a los labriegos que se veían sometidos a las tiranías capitalista o marxista. Onésimo creó las Juntas Castellanas de Acción Hispánica para hacer frente a los abusos que se cometían en el campo, con una mentalidad de renovación, con propuestas reales y posibles y con una firme determinación de arriesgarlo todo para cumplir su misión en esta vida.

Onésimo y sus Juntas Castellanas se unieron a las JONS de Ramiro Ledesma, un movimiento sincero, directo, en buena parte poético, que no rechazaba por proteger intereses particulares el cometido al que la propia conciencia obligaba, esto es, defender la identidad, la unidad y la grandeza de España proponiendo justicia y pan. Las JONS fueron a su vez completadas por la Falange Española de José Antonio, que otorgó fórmula filosófica a lo que ya era la mejor filosofía de vida: arriesgarlo todo por las creencias de uno mismo.

Onésimo debería ocupar en los libros de Historia un lugar destacado, como héroe del humilde, como campeón del débil, como protector del desamparado. No es, por tanto, un ataque a una figura histórica de indudable valía sino, más bien, la negación de su misma existencia con la insana intención de mantener a nuestra nación y nuestro pueblo inclinados, serviles, arruinados y expoliados.

No es extraño, por tanto, que las izquierdas con la excusa ideológica –qué sabrán ellos de la ideología de Onésimo- o las derechas con la excusa legalista –qué sabrán ellos de la auténtica fuerza de una ley- quieran modificar la Historia a golpe de piqueta, quieran destruir un monumento de innegable valor artístico en aras de una tan manida como falsa paz social.

Onésimo Redondo dio la vida combatiendo en defensa de su nación, algo de lo que patrioteros derechistas no fueron, son ni serán capaces de hacer. Ellos prefieren esperar en cómodos rincones a que el héroe haya sido vencido, haya sido asesinado y casi olvidado para, entonces y sólo entonces, sumarse a la orgía de la desmemoria.

No es, por tanto, sorprendente que los politicastros del Régimen del 78 aprovechen la piqueta para privar al español de una contestación real, sincera y convencida. La democracia se defiende ridiculizando, ocultando o destruyendo todo rastro de heroísmo y de amor para convertirnos en masa manejable.

Onésimo Redondo es nuestro ejemplo y, por mucho que derriben un monumento más que merecido, siempre estará en nuestro corazón y en nuestra mente el camino que él, y otros como él, marcaron con su vida y con su muerte.

CeR

Onésimo Redondo, asesinado esta vez por la derecha pepera

    Reproducimos por su interés el artículo del profesor Francisco Torres García, publicado en diarioya.es, sobre la intención de borrar la historia dinamitando monumentos.

Hace casi ochenta años Onésimo Redondo, fundador de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, editor y director de varios periódicos -uno de ellos bautizado significativamente como Libertad-, que desembocarían en las JONS para fusionarse con la Falange de José Antonio, defensor de los campesinos vallisoletanos, perseguido por el régimen republicano, que no tuvo reparos a la hora de auxiliar a la derecha acobardada y perseguida por la izquierda en la primavera de 1936, que no rehusó a una posible coalición en las municipales que teóricamente se iban a celebrar tras la victoria del Frente Popular por hacer frente a la inminente revolución, fue asesinado por la izquierda en una refriega al principio de la guerra porque no quiso parapetarse tras la mesa de un cómodo despacho. Onésimo Redondo, aclamado y exaltado después, también por esa derecha vallisoletana trufada de patriotismo verbenero como "Caudillo de Castilla".

Han pasado casi ochenta años y hoy, merced a la cobardía moral y real de eso que algunos consideran la derecha española, a la entrega del Partido Popular, actuando al unísono a nivel nacional y local (todo huele a podrido en Génova, que diría un epígono de Shakespeare), sirviendo de lacayos y mamporreros a la izquierda de todos los tintes, a los beodos y becerros que exhiben banderas tricolores, el monumento que se levantara en un cerro próximo a la capital castellana va a ser derribado. No lo hace caer la izquierda, pese a que lo ha intentado una y otra vez, pese a sus exiguas y ridículas concentraciones. Lo derriba la derecha para mayor escarnio y vergüenza.

Digámoslo sin medias tintas. Ayer la izquierda asesinó con balas a Onésimo Redondo, hoy la derecha, el Partido Popular, se brinda orgullosa a participar en la ejecución de su memoria. Hoy viernes o en los días próximos el Ayuntamiento de Valladolid gobernado con mayoría absoluta por el Partido Popular, de común acuerdo con el Ministerio de Industria al que pertenecen los terrenos, entregará el soberbio monumento dedicado a Onésimo Redondo físicamente a la piqueta y moralmente a la izquierda que lleva años atacándolo, pintándolo y derribando sin que el valiente alcalde de la derecha, ese que blasonaba de declaraciones salidas de tono para alimentar a lo  más cavernaria de sus seguidores, haya recordado jamás de que ideología eran las balas que pusieron fin a la vida de Onésimo. Hoy, a la cobardía de ayer suma el Partido Popular su decisión de colaborar entusiásticamente en la nueva ejecución del líder falangista.

Hoy el alcalde del PP, el presidente de la Comunidad del PP y hasta el gobierno del PP podrán exhibir esta decisión, cara a las municipales, como una muestra más de que ellos son tan progres como el que más, que sin problema escupen sobre el pasado y se suman a la suicida exaltación de la orgía republicana de 1936-1939, mientras que la izquierda hace una muesca más en el revolver de la venganza. Y es que en el fondo para ellos "París bien vale una Misa" y, además, qué narices, Onésimo, que no quería ser de derechas, no era de los suyos aunque Josemari jugara a las cartas en Quintanilla de Onésimo. Y por si fuera poco había definido a los partidos como sociedades para la explotación del voto y a los peperos no les gusta que los pongan delante del espejo.

Se me olvidaba, siempre tienen una excusa. Como diría Mariano: no nos queda más remedio, es a lo que obliga la ley porque no querrán ustedes que yo no mantenga, por inicua que sea, una ley hecha por la izquierda como esa de la Memoria Histórica. Que pena no ser de Pucela para en las próximas elecciones depositar en la urna en vez de una papeleta una foto de Onésimo Redondo y despacharme a gusto.

Francisco Torres García

jueves, 22 de enero de 2015

La realidad de la democracia

   Que la situación socio-económica en España es preocupante no se le pasa a nadie y ninguna persona con un mínimo de sensatez lo puede negar. Casi una cuarta parte de la población activa está desempleada o, en el mejor de los casos, dedicada a chapuzas esporádicas que permiten la supervivencia de miles de familias. Una cuarta parte que incumple, por obligación, con los gravámenes del Estado, usados por el Régimen del 78 no para sostener y engrandecer al cuerpo social de la nación sino, casi en exclusiva, para repartírselos en lujos y vicios. Todo mientras la propia clase política, tan desdeñosa con los problemas reales que a ellos ni siquiera rozan, no está dispuesta a emprender un cambio profundo en el modelo económico que ha demostrado a todas luces ser insuficiente cuando no inicuo para la sociedad a la que debería servir.

En esa cuarta parte ya no cuentan decenas de miles de jóvenes que han tenido que recuperar una lacra para la riqueza nacional como es la emigración. Emigración que han fomentado y alabado los responsables de que no exista, de que no sea obligatoria. El futuro de nuestra nación, el esfuerzo que individual y colectivamente se ha hecho para preparar toda una generación, no tendrá un retorno ni una amortización. Tan sólo unos envíos de dinero que apenas cubrirán las necesidades de las familias de emigrantes que han quedado en España.

Otro segmento de esa cuarta parte inactiva de la población son los mayores de 45 años que han quedado en paro no por su mal hacer sino por la pésima gestión de sus jefes o la rapiña del Régimen, que tantas empresas ha arruinado. Esos mayores de 45, por regla general y según el modelo económico español, no volverán a trabajar nunca. Es decir, las décadas de experiencia que ellos pueden aportar al enriquecimiento de la nación se quedarán desaprovechadas por una exclusión tácita por motivos de edad. Centenares de miles de españoles que, tras haber trabajado decenios, se encuentran en la desesperanza de los rechazos recurrentes en sus intentos de encontrar un puesto de trabajo donde ganarse el pan, el suyo y el de sus familias.

Por otro lado, los jubilados, héroes en esta España de molicie, soportan sobre sus espaldad solidariamente la ruina de sus hijos o nietos y asumen una preocupación por el futuro que no debería ser ya suya sino de la población activa. Ellos, los jubilados, que sacaron adelante nuestra nación con enormes esfuerzos y la rescataron de la pobreza otorgándonos a las siguientes generaciones un país rico, tranquilo, orgulloso, en paz, tienen ahora que arrostrar como propias unos desvelos que no merecen.

Vemos cómo el Régimen del 78, por una ineptitud que es difícil creer que sea inocente, ha laminado todo el tejido industrial, agrícola y social español en el altar de una supuesta modernidad, en el servilismo a potencias extranjeras y en beneficio de la acumulación del capital en muy pocas manos –en el XIX eran pocas personas o pocas familias, ahora son pocas compañías; el efecto es el mismo-. Se persigue al pequeño propietario y a las empresas familiares acosándolos con impuestos desmedidos, gestiones laberínticas y legislación hostil, sumiéndolos en un dédalo de administraciones y un sinfín de preocupaciones.

Es ésta la realidad de la democracia, de cómo ese sistema tan ajeno a nuestra Historia y a nuestra nación ha ido aruinándonos hasta, sencillamente, destrozar nuestra economía nacional. ¿Hasta cuándo sufriremos esta lacra?

CeR

miércoles, 21 de enero de 2015

La solución a la corrupción

   Como decíamos ayer, el parasitismo de toda una amorfa clase política sobre la Administración Pública, lo que ha hecho posible llegar a unos niveles de corrupción casi tercermundistas. Allí, donde nada funciona bien si no es a cambio de una coima, un soborno o un premio; donde ninguna licencia se da sin haber comprado antes al concejal o al alcalde; donde ninguna pena existe sin la aprobación previa del cargo político correspondiente. Ese es el modelo político que, durante décadas, el Régimen del 78 ha ido imponiendo en España.

Aun hoy, y aun con dicho control casi absoluto, algunos casos van saliendo a la luz de la mano de jueces y policías –miembros del Estado, no del sistema-. Y eso es bueno, que la corrupción se persiga una vez se descubra. Pero no nos engañemos, aunque la ley tiene una función didáctica, siempre será insuficiente en un sistema tan putrefacto como el del Régimen del 78. Es decir, se puede luchar contra las consecuencias –la corrupción- pero éstos nunca desaparecerán del todo mientras no se elimine la causa.

De acabar la invasión de la clase política en la sociedad y, más aún, en la Administración Pública. Hay que liberar al cuerpo funcionarial de tantos cargos intermedios ineptos, puestos allí arbitrariamente, siguiendo el capricho de un político antes que ninguna exigencia profesional. O lo que es lo mismo, que no haya más cargos políticos que los indispensables –hasta secretario general en la administración estatal, diputado en la provincial y concejal en la municipal- eliminando la posibilidad de que éstos contraten un sinfín de asesores y ayudantes.

Asimismo, hay que laminar administraciones inútiles como las Comunidades Autónomas. Éstas, con la excusa de la descentralización, de acercar más la administración al común de los españoles, han formado 17 reinos de taifas mucho más centralistas que la propia administración estatal; han costado la ruina a no pocas regiones y, solidariamente, a la nación entera; han sido un foco incontrolable de corrupción y de mamandurria de todos los partidos políticos que han participado de ellas; han despreciado y minado la unidad de la nación, sin la cual ningún progreso es posible; y han demostrado su ineptitud en cuanto a los fines que se les otorgaba.

La eliminación de las CC.AA. debe ir acompañada de una descentralización administrativa real y no sólo teórica hasta los municipios y la recuperación de competencias por parte del Estado. Además, es necesario recuperar el Cuerpo de Interventores, funcionarial, para controlar de modo independiente las cuentas en las administraciones locales, así como rescatar y blindar la independencia del Tribunal de Cuentas y del Banco de España.

Pero no seamos ilusos: no será este Régimen el que permita hacerlo ni será con las reglas que el sistema propone para acceder al poder como se pueda llevar a cabo una reforma de tan gran calado y tan necesaria. Tendremos que buscar, con firme e insobornable voluntad, otros caminos para hacerlo. Sean éstos los que fueren y exijan éstos lo que exigieren.

CeR

martes, 20 de enero de 2015

El Régimen del 78, esencialmente corrupto

   Según una noticia de última hora, el antiguo tesorero del PP, Bárcenas, saldrá inminentemente de prisión pagando una fianza de 200.000 euros. Es la coima que paga por no tener el mismo trato que el común de los españoles. Pero eso, siendo legal, no es lo grave.

Lo grave es que el Régimen del 78 ha ido legislando poco a poco para enriquecer a dos generaciones de políticos en niveles que ellos nunca antes habrían siquiera soñado; que el Régimen del 78 ha montado un sistema alrededor del Estado para beneficio propio parasitando la Administración Pública; que el Régimen del 78 ha anulado los órganos de control económico –y moral- para robar con garantía de no ser vigilados ni, consecuentemente, castigados; que el Régimen del 78 ha arruinado la Nación llevándola al borde de la desaparición.

Que de los cientos de casos de corrupción política sólo unos pocos –media docena o menos- hayan acabado con el culpable en prisión indica claramente hasta qué punto el Régimen ha sido construido sobre la impunidad de los políticos. Un Régimen que, basándose en el principio democrático, ha colonizado con los partidos políticos todas y cada una de las esferas sociales en España. No por un interés ideológico que, aun torticero, tendría una trascendencia. El último motivo es mucho más prosaico y miserable: el simple y llano latrocinio.

En España disfrutamos de un Estado sólido basado en un cuerpo de funcionarios, expertos en diversas materias y difícilmente sobornables –para ellos, en contra de los políticos, la ley sí es rigurosa y sí se cumple-. Observamos cómo la corrupción funcionarial es marginal, una excepción que confirma la regla de que el Estado –no el sistema o el Régimen sino el Estado- funciona honradamente.

En cambio, sobre estos funcionarios expertos tenemos una legión de políticos -asesores, consejeros, secretarios, directores y demás- que no han demostrado otra cosa que fidelidad al partido de turno. Fidelidad que, en esta época, no significa otra cosa que untuosidad al jefecillo partidista, adulación al siguiente en la cadena de mando del partido o servilismo y sumisión a cualquier decisión por injusta y arbitraria que ésta sea. Personas que no tienen categoría profesional pero sí una relación de amistad, parentesco o simple comilitancia con el alcalde, el consejero, el diputado o el ministro, o tantos otros cargos políticos también sin prestigio profesional, escondidos tras una supuesta legitimación por las urnas.

El Régimen del 78, que se presenta como el modernizador de España, nos retrotrae en realidad a las épocas más oscuras del siglo XIX y de principios del XX. Nos vuelve violentamente al ambiente del Vuelva usted mañana de Larra y seca España de talento, de respuesta y de crítica real. Convierte la Nación en un terreno yermo en inteligencia, esclavo de la ignorancia, preso de la estupidez.
 
Ésta y no otra es la categoría moral de los que han decidido y deciden el presente y el futuro de nuestra Patria.

CeR

La condesa dueña del cortijo

   Parece que la pirula de paro en el carril-bus y tiro porque me toca hecha por Espe le va a salir gratis. Un juez decide archivar la denuncia. Es decir, la lideresa aparca en prohibido, pasa de los agentes de movilidad y se da a la fuga llevándose una moto de los guindillas de Madrid por delante. Pero aquí paz y después gloria.

Ya estamos a puntito de sufrir los constantes comentarios, indignados todos, de peperos sobre que si has visto la persecución al PP, que si la condesa es ejemplo de civismo, que si la Espe es una santa en vida y demás idioteces a las que, no nos engañemos, nos tienen más que acostumbrados los hijos de... el PP.

Pero lo cierto es que no va más allá de lo que hemos visto las últimas décadas: políticos comportándose como dueños del cortijo, como amos de la hacienda, disponiendo a su capricho de riquezas, de honras y de vidas de españoles. Y éstos, los españoles, votándolos en masa, profesándoles un amor tan acrítico que da vergüenza ajena.

Pero luego, eh, nos quejamos todos de que nos roben a manos llenas. Ya. Y más que nos merecemos, por imbéciles.

Orisson

lunes, 19 de enero de 2015

Complicidad necesaria con ETA

   La muerte del etarra Bolinaga, como bien explica Arde Syntagma, no es en ningún caso signo de la victoria de nadie sobre el terrorismo de ETA sino la constatación de que ese terrorismo, de que todo el movimiento KAS ha formado siempre parte del Régimen del 78. No es, por tanto, una buena noticia sino pésima, que un etarra asesino, una alimaña haya muerto en libertad, en su casa, rodeado de los suyos. Y tampoco es victoria sino de ETA los numerosos actos de homenaje que, seguro, veremos en los próximos días.

Bolinaga, como toda ETA, hizo del terrorismo la mejor excusa para el Régimen del 78. Mientras los partidos políticos nos asustaban con una banda terrorista con la que no querían acabar, iban construyendo una sistema putrefacto donde robar, expoliar a la nación, arruinar España no por una o dos generaciones sino para siempre.

El servicio prestado por ETA al Régimen fue amortizado cuando otro terrorismo, esta vez musulmán, ocupó su lugar. Así, los etarras han visto recompensada su actividad criminal no con la cárcel, con el destierro, con la muerte sino con una representación institucional a cargo de los exiguos presupuestos nacionales.

Los que otrora se mostraban como furibundos enemigos de ETA, ahora han hecho una metamorfosis repugnante a adversarios políticos, actores de un teatro en el que la sangre derramada sólo ha servido de decorado para hacer más creíbles sus mentiras.

Hoy nos levantamos con la noticia de que otra alimaña, Santi Potros, ha sido detenido por un asesinato cometido en 1987. Santi Potros, condenado ya por la masacre de Hipercor en Barcelona y otros muchos crímenes, ha tenido que encontrarse en libertad para ser detenido.

Pero no deja de ser otra andanada de fuegos artificiales para distraernos en año de elecciones. Santi Potros está ahora en prisión provisional dictada por un juez instructor por las nuevas causas. Sin embargo, por la complicidad de los legisladores que no reformaron la ley cuando correspondía, ha cumplido ya el límite legal de su tiempo en prisión. Es decir, Santi Potros volverá a estar libre en pocos meses, no sería de extrañar que tras las elecciones.

 Bolinaga y Santi Potros sólo son las dos caras de la misma moneda, la complicidad del Régimen del 78 en esta farsa que con voz engolada llaman lucha contra el terrorismo. Una mascarada que ha costado cientos de vidas de inocentes.

CeR

viernes, 16 de enero de 2015

El puñetazo del Papa

    Como les decía ayer, cuando queremos referirnos a Twitter sin pronunciar la palabra Twitter –ya saben, que si problemas con royalties, que si publicidad gratuita- decimos sin sonrojo “redes sociales”. Porque, no nos engañemos, Twitter es quien parte el bacalao en redes sociales. Al menos en cuanto a noticias de actualidad. Ciertas o inventadas, que de todo hay.

Esta mañana Twitter se ha desperezado hirviente por unas palabras que dijo ayer el Papa sobre que si alguien insulta a su madre –a la del Papa, no a la de Twitter- recibirá un puñetazo. Todo esto en referencia al motivo último que ha llevado a los asesinos musulmanes ha matar a los caricaturistas de Charlie Hebdo –y a quien se ha puesto por delante, que una vez puestos a matar es un no parar-. Y, claro, el puñetazo pontifical ha dado mucho de sí.

Es cierto que las palabras del Papa pueden pecar de ingenuas, de imprudentes o de indiscretas –es argentino, tampoco vamos a pedirle peras al olmo-, pero en el fondo son totalmente ciertas. Ése, el de defender y desagraviar la ofensa a una madre con un buen sopapo, es el mismo principio por el que los yihadistas hacen lo suyo, como el escorpión. No es justificable, por supuesto, pero sí es comprensible.

Y no es justificable porque, a pesar de basarse en el mismo principio de desagravio por el castigo, la desproporcionalidad es evidente: que respondas a lo que consideras burlas sobre Mahoma con 17 asesinatos es, digamos, un pelín exagerado. Además, tampoco lo justifica el error de los musulmanes, esto es, arrogarse la función de juez sobre la vida y la muerte de las personas sin autoridad para ello.

Ahora bien, los católicos que han puesto el grito en el cielo obvian un pasaje evangélico, bastante olvidado en los tiempos modernos cuando no manipulado o manoseado para darle un significado distinto del que literalmente tiene. El pasaje, seguro que ya lo han adivinado, es Jn 2, 13-22.

De la violencia, así en general, les hablo otro día. Que hoy he dejado algo al fuego y se me quema.

Orisson

La comunidad musulmana

   Siguiendo con su intención no declarada pero evidente de eludir su responsabilidad en la amenaza cierta del Islam contra Europa, contra Occidente y contra la Cristiandad, los multiculturalistas nos dicen ahora que la comunidad musulmana en nuestras naciones no es una comunidad homogénea, no es un conjunto sólido y, por tanto, no es un peligro. Aseguran que las distintas corrientes del Islam, que hacen de él un mosaico de sectas, impiden que los musulmanes se unan en un movimiento para islamizar nuestras naciones o, incluso, tomar el poder en Europa.

Es llamativa la falta de juicio de estos multiculturalistas y la ignorancia sobre lo que acontece en el mundo hoy en día –por no hablar del nulo conocimiento de la Historia de la humanidad-. Es cierto que el Islam está dividido, y es cierto que en territorio musulmán unas sectas se enfrentan a otras. Pero no es menos cierto que los musulmanes, como cualquier colectivo humano con algo en común, saben unirse para lograr un objetivo compartido.

Todo musulmán tiene en común con el resto de su comunidad la creencia en el Corán como único libro revelado por la única divinidad a través del único profeta. Esto, que es un principio innegable, dota de carácter aunador suficiente a cualquier movimiento que se erija en defensor de esas verdades inmutables que para el musulmán contiene el Corán.

Por otro lado, es más que evidente que los pueblos musulmanes son pueblos primitivos –no son musulmanes por ser primitivos sino que son primitivos porque son musulmanes- y es recurrente que entre los pueblos primitivos los más fuertes sean los que se imponen. Los más radicales, pues, serán, si no son ya, los amos, los directores del movimiento musulmán de conquista de Europa. El llamado musulmán moderado sólo podrá elegir entre aceptar ese mando, aceptar esos métodos, o renunciar a su fe, convertirse en infiel y probablemente morir a manos de sus antiguos correligionarios.

Que los multiculturalistas nieguen ahora esa solidez, esa homogeneidad de la comunidad musulmana en torno a un libro, el Corán, que ordena literalmente asesinar a los infieles, es una broma de mal gusto. No son los multiculturalistas –colaboradores involuntarios o cómplices necesarios, según los casos- precisamente quiénes para ahora plantear soluciones a un problema que han creado ellos mismos y que ni siquiera reconocen.

CeR

jueves, 15 de enero de 2015

#LunesTetas

    La que se la liado en las redes sociales –que es el nombre no comercial de Twitter- con un hastag-etiqueta que reza #LunesTetas. Y todo se debe a que un grupo de científicos se lanza a hacer la ciencia más visible en la red, con una especie de apuesta y basado todo en el Índice Kardashian. En resumen, se escribe un artículo divulgativo, se le añaden fotos o palabras que llamen la atención y simplemente se deja rodar la pelota.

Como consecuencia, un profesor de la Universidad de Granada publicó un artículo en su blog en el que sostenía que determinados ejemplos de patologías mamarias publicados en los medios de comunicación era mejor que fuesen acompañados por fotografías de los mismos. Fotografías de tetas. Para demostrar a las jovencitas -o no tanto- que la asimetria en las mamas es de lo más normal. Y todo acompañado del hastag #LunesTetas

Esa explicación, que es la que uno encuentra buceando un poquito en la red, parece razonable, incluso loable al querer acercar la ciencia al respetable y, en el caso concreto, atajar determinados disgustos que se llevan las jovencitas –o no tanto, insisto- al mirarse al espejo.

Vale. Pues resulta que en la Universidad de Granada el asunto ha sentado especialmente mal a, ¿lo adivinan? No, no ha sido a meapilas de agrupación mariana, ni a puritanos daneses, ni a un grupo armado de amish ni nada parecido. No. Ha sentado mal a la esencia del feminismo granadí. Y les cuento con más detalle.

Parece que en dicha Universidad hay un departamento que se llama Unidad de Igualdad. Es decir, una policía del pensamiento que, a lo visto, revisa los actos todos y dichos y usos y costumbres en el campus para darles o negarles un nihil obstat en moderno.

 A estas señoras –no sé si son señoras pero me da que no pueden ser otra cosa- de la Unidad de Igualdad la proposición del profesor universitario les ha parecido poco menos que blasfema, herética en fondo y forma y digna de la condena más enérgica, llamas eternas incluidas. No les exagero: han querido abrir un expediente contra el profesor universitario, han conseguido una reprimenda ma non troppo por parte del decano y han exigido –exigir, qué gran verbo- que retire de su blog personal cualquier mención a su pertenencia al claustro de la Universidad granadí.

Es decir, que la progrez que tanto critica, cita y anda que no da el coñazo con la Inquisición, a esa progrez tan biempensante, tan moderna, tan correctita en todo, en realidad la Inquisición le mola. Y a lo que aspira no es a sepultar en las simas de la historia el Santo Oficio sino, orgullosa, recuperarlo a su servicio.

Las mamas, pechos, bufas, melones, senos, globos, mamellas, peras, las simples tetas son sólo la excusa.

Orisson

Multiculturalismo cobarde

    La masacre de Charlie Hebdo sigue dando lugar a teorías extravagantes y ocurrencias inopinadas donde la originalidad del razonamiento prima sobre la lógica o la justicia en él, por lo común ausentes. Para mejorar la imagen del argumentario burlesco, se adorna la especulación vana con palabras grandilocuentes que claman por la justicia, por la paz, por la igualdad o por la tan manida como denostada libertad. Uno de esos inventos es localizar al terrorismo musulmán como exclusivo de la marginalidad y, sorpréndanse, efecto de ella.

Es decir, aseguran los intelectuales adeptos al sistema, pancistas del mismo, que esos musulmanes nacidos en Francia, criados en Francia, educados en Francia, se convierten en asesinos por culpa de un racismo persistente contra ellos y de una exclusión social provocada en buena medida por dicho racismo.

El argumento puede sonar verosímil –cuando no tienes nada que perder es más fácil radicalizarse y arriesgar tu vida- pero es falso. Hay un hecho que lo desmonta. En la población inmigrante, en Francia en particular y en Europa en general, hay otras comunidades que viven en la marginalidad, sufren igual que los musulmanes ese supuesto racismo y la exclusión que conlleva. Sudamericanos, eslavos, negros animistas o cristianos, chinos, etcétera. Y, que se sepa, ninguno de ellos ha organizado un grupo terrorista ni se ha dedicado a asesinar a personas justificándose con un motivo ideológico o religioso.

No sólo eso. Millones de franceses, de alemanes, de británicos o de españoles, de italianos, de griegos, millones de europeos de naturaleza también viven en la marginalidad, también sufren exclusión. Y tampoco forman grupos terroristas para defender sus aspiraciones religiosas, ideológicas o sociales.

Es decir, el argumento de que no es el Islam el que provoca el terrorismo musulmán sino la exclusión social, tan sólo es un argumento de descargo. Son los multiculturalistas, los que durante décadas han loado, apoyado y adoptado medidas que promovían la inmigración masiva y permitían el descontrol de esa inmigración, los que ahora repiten cual mantra el razonamiento falsario. Ellos, los culpables de que Europa haya diluido las identidades de sus naciones en un marasmo confuso, los que ahora se disculpan con ese argumento. Ellos, los que han provocado que el enemigo secular de Europa, de Occidente y de la Cristiandad esté dentro de nuestras fronteras campando a sus anchas, ahora niegan la evidencia de que el Islam nos ataca, de que el Corán ordena a los asesinos musulmanes matar, de que las mezquitas funcionan como centros de adoctrinamiento anti-europeo y de que los imanes, cuando no hay atentados recientes, justifican la práctica del maltrato, de la violencia, del asesinato.

Los multiculturalistas, en lugar de reconocer su error y su culpa, prefieren cargar a otro con su responsabilidad. Ése es el nivel moral de los sedicentes guardianes de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

CeR

martes, 13 de enero de 2015

Europa en la encrucijada

    Con motivo de los atentados musulmanes de París y tras el baño de multitudes en la capital francesa, los gobernantes europeos proponen ahora, e impondrán en poco tiempo, una serie de medidas para, según ellos, aumentar la seguridad y, así, salvaguardar nuestra libertad. Dichas medidas van desde la prohibición de encriptar mensajes instantáneos por móvil al cacheo aleatorio a los pasajeros en los aeropuertos, la ampliación del plazo de puesta a disposición del juez de un detenido o la interceptación de llamadas sin orden judicial –medida ésta ya planteada por el gobierno del PP en España antes de los asesinatos de París-.

Las medidas van evidentemente en contra la de libertad y en contra de la intimidad de las personas. Es decir, atentan una vez más contra la dignidad de los europeos. Y sin aportar esa tan cacareada seguridad a cambio: no es de esperar que los terroristas musulmanes, que los yihadistas, estén dispuestos a cumplir esas prohibiciones o límites. Antes bien, buscarán otro medio de hacer posible su plan que, como ya está dicho aquí, es la dominación musulmana en Europa.

Sin embargo, el europeo de a pie sí se verá perjudicado por esas nuevas medidas, sí se verá atacado por los gobernantes que dicen defenderlo. Esos mismos gobernantes que no han sido capaces de prevenir ataques como los de París –o el 11-M en Madrid, o el 7-J en Londres, y tantos otros-, exigen ahora un esfuerzo inane a la población que tienen a su cargo.

En cambio, todas esas medidas coartadoras de la libertad sí supondrán una herramienta efectiva para el gobernante europeo. No contra la islamización de Europa, eso no le preocupa, sino más bien contra el crecimiento de movimientos que ponen en riesgo sus tejemanejes, mamandurrias y latrocinios sin control. Es por eso que estas medidas existirán, por un esfuerzo del régimen democrático de sobrevivir a sus propias corrupciones.

No es signo, como se ha dicho, de que esa clase política haya organizado un montaje con los asesinatos de París. Es casi evidente que esos asesinatos los han cometido musulmanes, yihadistas con el apoyo de organizaciones nacionales y supranacionales. En cambio, la casta gobernante en Europa ha aprovechado esta circunstancia para crear una, otra argolla que ponernos al cuello.

Y casi nadie propone soluciones sensatas como cerrar las fronteras, retiro de nacionalidad y expulsión a los musulmanes que no se hayan integrado en las sociedades, o bloqueo económico contra países que apoyan públicamente la Yihad. Voces así el europeo de a pie sólo puede escucharlas en la llamada ultraderecha.

Se plantea una gran oportunidad para esta Europa decadente, diluida en multiculturalidades sin sentido, de reafirmarse, de recomponerse y de, al fin, recuperar el esplendor que durante siglos hizo de Europa un ejemplo, no el vertedero que es ahora.

CeR

lunes, 12 de enero de 2015

Hipocresía y cinismo de los demócratas

    Es llamativo cómo los líderes europeos del establishment democrático han cerrado filas en torno a Hollande con motivo del uso para beneficio propio de la indignación natural del pueblo francés tras el ataque terrorista musulmán. Es llamativo el apoyo cai unánime, decíamos, y también esperanzador.

Resulta de un cinismo inaceptable que los que hasta ayer parecían enemigos irreconciliables –centro-derecha y centro-izquierda-, hayan hecho un alambicado salto de funambulismo para ahora mostrarse como amigo inseparable frente a un enemigo común. Y el enemigo común, sorprendente, no es el Islam o el yihadismo sino... la ultraderecha. Así, vemos cómo los elogios y loas pueblan la red, desde medios nominalmente de derechas o izquierdas hacia líderes supuestamente de la corriente contraria. Siempre con la misma advertencia sobre un presunto peligro que representa la ultraderecha.

Jugar a cálculos electorales teniendo los cadáveres aún calientes de los asesinados por el terrorismo musulmán, enemigo declarado de toda Europa y de todo Occidente, es repugnante. Pero indica lo que es un secreto a voces: los actuales gobernantes de las naciones europeas no buscan otra cosa que mantenerse en el poder al precio que sea.

Durante décadas palabras como libertad, respeto, convivencia o equilibrio han sido la columna vertebral del embuste que hace ya unos años es imposible de ocultar. No existen esa libertad ni ese respeto, sólo existe un interés espurio por parte de la clase dirigente europea; no importa la convivencia ni el equilibrio sino su propia riqueza, el sostén de su poder y los infinitos recados que han de hacer a poderes fácticos que los mantienen allí.

No es extraño, pues, que esa clase política que se mantiene en el poder aun arrasando Europa económica, social, cultural y moralmente a base del apoyo de, entre otros, emires y sultanes, sencillamente cumpla los mandatos de sus amos. Y denuncie no al atacante sino al defensor, no al Islam que nos aqueja sino a la ultraderecha como antídoto.

La esperanza consiste precisamente en eso, en que por fin haya una fuerza, un movimiento capaz de poner en jaque y aun eliminar esa casta de privilegiados.

CeR

domingo, 11 de enero de 2015

La convocatoria errónea

   Abren todos los noticiarios con la manifestación de París, una concentración tras el asesinato de 16 personas a manos de musulmanes nacionalizados franceses. La manifestación ha estado encabezada por decenas de jefes de Estado o de Gobierno de multitud de países, tanto europeos como extra europeos, y por una legión de ministros, diplomáticos, secretarios generales y cargos políticos varios que no querían perderse la oportunidad de salir en una foto que, sin duda, ha hecho Historia.

Y ahí es donde nos encontramos el primer fallo de la manifestación, el seguir a los gobernantes o legisladores que no impidieron la masacre. Diríase que como un rebaño manso tras su pastor desidioso. Gobernantes y legisladores que, además, no han mostrado ninguna voluntad de revertir esta situación, esta amenaza a la población sobre la que gobiernan. Pero eso no es todo.

El segundo fallo de la manifestación es, precisamente, el modo en el que el pastor desidioso, el gobernante o legislador, ha planteado la convocatoria. Literalmente, convocan la concentración por la unidad contra el terror. Pero excluyen de la convocatoria a Marine Le Pen y su Frente Nacional, es decir, excluyen a un tercio de la población francesa. Precisamente a quienes más en contra están del terrorismo musulmán, del ataque incesante del Islam. Y esa exclusión –que suena ridícula junto a la palabra unidad del lema- no es gratuita ni inocente.

Marine Le Pen se perfila como la siguiente inquilina del Palacio del Elíseo. Y lo es, además de por sus propuestas que llegan a la población y del cumplimiento de éstas en las políticas municipales donde el Frente Nacional ha llegado al poder, por las faltas tremendas de sus adversarios políticos, de los partidos demócratas. Françoise Hollande ha convertido, así, una manifestación contra el terrorismo musulmán en un acto de campaña del que sólo él pretende salir beneficiado.

Es de una torpeza mayúscula: no será el arropamiento de mandatarios extranjeros lo que dará o quitará la presidencia francesa a Hollande sino la falta de apoyo del pueblo francés, que sufre día sí, día también el abuso de buena parte de la población inmigrante, que se niega a integrarse en la sociedad que generosamente le abrió la puerta.

Por otro lado, plantear el enfrentamiento como democracia vs. terrorismo es otra de las innumerables mentiras tras las cuales los gobernantes europeos pretenden ocultar su ineptitud o, en el peor de los casos, complicidad por acción u omisión. El terrorismo no es, como quieren hacernos ver, una ideología contra la cual se pueda luchar sin más. El terrorismo es una táctica, es una estrategia que se usa siempre que dé resultado. Hoy el terrorismo es musulmán, ayer fue marxista, anteayer anarquista. Plantear, por tanto, el combate como contra el terrorismo es tomarse a broma la situación en la que nos encontramos.

Para resolver un problema no basta con ir contra las consecuencias o contra lo circunstancial sino que es necesario acabar con la causa, con la esencia del problema. Así, un médico tratará una enfermedad eliminando la causa de ésta y no se dedicará en exclusiva a combatir los síntomas. La enfermedad se llama Islam, el síntoma se llama terrorismo. No verlo o no querer aceptarlo pone en peligro la vida del paciente. Y el paciente se llama Europa, se llama Occidente. El paciente en riesgo somos nosotros mismos.

CeR

viernes, 9 de enero de 2015

El Islam en guerra

    No es sorprendente que haya pasado lo que ha pasado en Francia. Lo que sí sorprende, o quizás ya no tanto por la repetición, es la enorme torpeza con que los medios, los políticos, las instituciones y, en general, toda Europa, todo Occidente ha enfocado el tema. Hemos escuchado que el asesinato de doce personas por el hecho de ser de un país, de un continente, de una cultura considerada infiel por el Islam no es tal sino un extraño y abstracto ataque a la también abstracta libertad de expresión. Hemos escuchado, asimismo, una crítica no a la religión y cultura que justifica este tipo de atrocidades, esto es el Islam, sino a las religiones todas, sin distinción, sin sonrojo, sin empacho. Y hemos escuchado que el peligro no está en los criminales que cometen o justifican o disimulan mientras pasan las atrocidades sino en los que frontalmente rechazamos esa religión inicua llamada Islam.

Es una actitud ésa peligrosa, probablemente la más peligrosa de todas ante una amenaza real y un riesgo cierto. Porque nos enfrentamos a un enemigo con un objetivo, con un plan y con voluntad para llevarlo a cabo. Y nos enfrentamos desarmados, rechazando siquiera el mismo enfrentamiento, rindiéndonos antes de plantear la lucha, renunciando a una defensa que es más que legítima, justa y necesaria. Y acuciante.

El objetivo declarado del Islam –el Islam es el Corán, no hay otra- es el dominio del mundo entero por los mahometanos y la muerte y destrucción de todos los que se opongan a dicho dominio. No es un mensaje secreto al alcance de unos pocos, es un llamamiento claro y público a todos los musulmanes, a todos los seguidores del Corán. En ese objetivo hay un blanco principal: Europa, Occidente, la Cristiandad.

Para dicho objetivo, el mismo de siempre desde que el Islam existe, hay un plan actualizado a las exigencias de hoy en día: una nueva forma de guerra de guerrillas, de ejército irregular infiltrado en el mismo corazón de las naciones enemigas que, voluntariamente inermes, ven como sus propios “miembros” –como tal tienen a los agresores- atentan imparables contra ellas. La táctica es brillante: oponer a la técnica la astucia, al potencial armamentístico la agilidad y el mimetismo, a la prepotencia europea y occidental la disciplina férrea del grupo, de la secta, de la religión islámica. Tampoco esto –la guerra de guerrillas- es nuevo pero su imbricación en esta sociedad está siendo genial, malvada pero genial.

Y, por último, la voluntad de llevarlo a cabo, la voluntad de vencer, despreciando la propia vida sometiéndola a la consecución del objetivo, al cumplimiento del plan. Recompensas ultraterrenas, celestiales, y la misma gloria terrenal en la sociedad islámica sirven como acicate casi innecesario para que esos neo-guerrilleros sean los más feroces, los más crueles y, en fin, los más efectivos en esta lucha difícil.

El problema es grave, es el más grave desde hace muchos siglos y el riesgo crece cada día más ante la pasividad, la complicidad y la estupidez de las autoridades y, por qué no decirlo, buena parte del pueblo en la inmensa mayoría de las naciones europeas.
 
CeR