Publicamos hoy en Cruzando el
Rubicón un artículo del profesor Francisco Torres sobre el inminente derribo
del monumento a Onésimo Redondo, sito en las afueras de Valladolid. El
ayuntamiento, casi propiedad patrimonial de la derecha, no sólo ha dado el
visto bueno sino que pagará los gastos de la ignominia, de la reconstrucción
orwelliana de la Historia a golpe de piqueta.
Onésimo Redondo es un personaje
inmenso eclipsado en buena parte por personalidades y acontecimientos que
hicieron temblar España y, como siempre que esto ocurre, el mundo entero. Él,
hijo de familia de campo, consiguió con su esfuerzo progresar personalmente y
representó y defendió a los labriegos que se veían sometidos a las tiranías
capitalista o marxista. Onésimo creó las Juntas Castellanas de Acción Hispánica
para hacer frente a los abusos que se cometían en el campo, con una mentalidad
de renovación, con propuestas reales y posibles y con una firme determinación
de arriesgarlo todo para cumplir su misión en esta vida.
Onésimo y sus Juntas Castellanas
se unieron a las JONS de Ramiro Ledesma, un movimiento sincero, directo, en
buena parte poético, que no rechazaba por proteger intereses particulares el
cometido al que la propia conciencia obligaba, esto es, defender la identidad,
la unidad y la grandeza de España proponiendo justicia y pan. Las JONS fueron a
su vez completadas por la Falange Española de José Antonio, que otorgó fórmula
filosófica a lo que ya era la mejor filosofía de vida: arriesgarlo todo por las
creencias de uno mismo.
Onésimo debería ocupar en los
libros de Historia un lugar destacado, como héroe del humilde, como campeón del
débil, como protector del desamparado. No es, por tanto, un ataque a una figura
histórica de indudable valía sino, más bien, la negación de su misma existencia
con la insana intención de mantener a nuestra nación y nuestro pueblo
inclinados, serviles, arruinados y expoliados.
No es extraño, por tanto, que las
izquierdas con la excusa ideológica –qué sabrán ellos de la ideología de Onésimo-
o las derechas con la excusa legalista –qué sabrán ellos de la auténtica fuerza
de una ley- quieran modificar la Historia a golpe de piqueta, quieran destruir
un monumento de innegable valor artístico en aras de una tan manida como falsa
paz social.
Onésimo Redondo dio la vida
combatiendo en defensa de su nación, algo de lo que patrioteros derechistas no
fueron, son ni serán capaces de hacer. Ellos prefieren esperar en cómodos
rincones a que el héroe haya sido vencido, haya sido asesinado y casi olvidado
para, entonces y sólo entonces, sumarse a la orgía de la desmemoria.
No es, por tanto, sorprendente
que los politicastros del Régimen del 78 aprovechen la piqueta para privar al
español de una contestación real, sincera y convencida. La democracia se
defiende ridiculizando, ocultando o destruyendo todo rastro de heroísmo y de
amor para convertirnos en masa manejable.
Onésimo Redondo es nuestro
ejemplo y, por mucho que derriben un monumento más que merecido, siempre estará
en nuestro corazón y en nuestra mente el camino que él, y otros como él,
marcaron con su vida y con su muerte.
CeR