El espectáculo dado por el
ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en relación con la excarcelación
del etarra Josu Uritxeberria Bolinaga ha sido francamente esperpéntico: el
ministro, en rueda de prensa, aseguró que el tratamiento que debía recibir
Bolinaga por su cáncer no se podía recibir en ningún centro penitenciario. Esta
afirmación fue adornada con distintas boutades sobre el humanitarismo, el
cumplimiento de la ley, la lucha interna entre lo que se desearía hacer y lo
que se debía hacer, etcétera. Sin embargo, ayer mismo, la clínica forense de la
Audiencia Nacional publicó un informe en el que, aceptando la gravedad de
Bolinaga, afirmaba contundentemente que el etarra podría recibir el tratamiento
médico adecuado sin necesidad de ser excarcelado.
Las mentiras de todo un
ministro del Interior, representante de la soberanía nacional y del Reino de
España, son por sí solas motivo del más firme rechazo y de una fulminante cesión
en dicho cargo. Más aún si el ministro en cuestión, en este caso Fernández Díaz,
ha intentado ocultar la arbitraria medida bajo el aspecto de lo correcto, de lo
legal, de lo moral. Quizás sea ese aspecto el más censurable en lo formal: el pésimo
ejemplo y la nula función didáctica de un ministro del Gobierno. En cambio, es
aún más grave la injusticia cometida con los asesinados por Bolinaga en
particular y todos los muertos por ETA en general: se afirma con una decisión
tan inicua que la sangre que generosamente derramaron no sirvió de nada.
Así, dadas las
circunstancias de legalización del brazo político de la banda armada, la cercanía
de las elecciones regionales vascas y la probabilidad de que la formación
filo-etarra obtenga unos resultados suficientes para alcanzar el poder en
Vascongadas o ejercer de llave necesaria para quien quiera ejercerlo, todo este
rosario de cesiones -del que el excarcelamiento de Bolinaga sólo es un ejemplo,
y no el más insultante- indica sin que quepa lugar a dudas que el Gobierno del
PP continúa con la negociación política con la banda asesina. Es decir, que los
mismos que durante años criticaron, con razón, la negociación del anterior
Gobierno del PSOE con ETA, esos mismos simplemente han continuado con el
proceso de rendición.
La ruindad en la decisión,
el desprecio a todo aquél que haya sufrido por efecto de la banda, la
mendacidad en las palabras del ministro y la persistencia en la rendición ante
ETA, son motivos más que de sobra para que el Gobierno en pleno presente su
dimisión. Por la dignidad de las víctimas del terrorismo y de todos los
españoles: la Nación no merece un Gobierno traidor.
Cruzando
el Rubicón
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