Es llamativa la falta de juicio
de estos multiculturalistas y la ignorancia sobre lo que acontece en el mundo
hoy en día –por no hablar del nulo conocimiento de la Historia de la
humanidad-. Es cierto que el Islam está dividido, y es cierto que en territorio
musulmán unas sectas se enfrentan a otras. Pero no es menos cierto que los
musulmanes, como cualquier colectivo humano con algo en común, saben unirse para lograr un objetivo compartido.
Todo musulmán tiene en común con
el resto de su comunidad la creencia en el Corán como único libro revelado por
la única divinidad a través del único profeta. Esto, que es un principio
innegable, dota de carácter aunador suficiente a cualquier movimiento que se
erija en defensor de esas verdades inmutables que para el musulmán contiene el
Corán.
Por otro lado, es más que
evidente que los pueblos musulmanes son pueblos primitivos –no son musulmanes
por ser primitivos sino que son primitivos porque son musulmanes- y es
recurrente que entre los pueblos primitivos los más fuertes sean los que se
imponen. Los más radicales, pues, serán, si no son ya, los amos, los directores
del movimiento musulmán de conquista de Europa. El llamado musulmán moderado sólo
podrá elegir entre aceptar ese mando, aceptar esos métodos, o renunciar a su
fe, convertirse en infiel y probablemente morir a manos de sus antiguos
correligionarios.
Que los multiculturalistas
nieguen ahora esa solidez, esa homogeneidad de la comunidad musulmana en torno
a un libro, el Corán, que ordena literalmente asesinar a los infieles, es una
broma de mal gusto. No son los multiculturalistas –colaboradores involuntarios
o cómplices necesarios, según los casos- precisamente quiénes para ahora
plantear soluciones a un problema que han creado ellos mismos y que ni siquiera
reconocen.
CeR
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