Y ahí es donde
nos encontramos el primer fallo de la manifestación, el seguir a los
gobernantes o legisladores que no impidieron la masacre. Diríase que como un
rebaño manso tras su pastor desidioso. Gobernantes y legisladores que, además,
no han mostrado ninguna voluntad de revertir esta situación, esta amenaza a la
población sobre la que gobiernan. Pero eso no es todo.
El segundo
fallo de la manifestación es, precisamente, el modo en el que el pastor
desidioso, el gobernante o legislador, ha planteado la convocatoria.
Literalmente, convocan la concentración por la unidad contra el terror. Pero
excluyen de la convocatoria a Marine Le Pen y su Frente Nacional, es decir,
excluyen a un tercio de la población francesa. Precisamente a quienes más en
contra están del terrorismo musulmán, del ataque incesante del Islam. Y esa
exclusión –que suena ridícula junto a la palabra unidad del lema- no es
gratuita ni inocente.
Marine Le Pen
se perfila como la siguiente inquilina del Palacio del Elíseo. Y lo es, además
de por sus propuestas que llegan a la población y del cumplimiento de éstas en
las políticas municipales donde el Frente Nacional ha llegado al poder, por las
faltas tremendas de sus adversarios políticos, de los partidos demócratas.
Françoise Hollande ha convertido, así, una manifestación contra el terrorismo
musulmán en un acto de campaña del que sólo él pretende salir beneficiado.
Es de una
torpeza mayúscula: no será el arropamiento de mandatarios extranjeros lo que
dará o quitará la presidencia francesa a Hollande sino la falta de apoyo del
pueblo francés, que sufre día sí, día también el abuso de buena parte de la
población inmigrante, que se niega a integrarse en la sociedad que
generosamente le abrió la puerta.
Por otro lado,
plantear el enfrentamiento como democracia vs. terrorismo es otra de las
innumerables mentiras tras las cuales los gobernantes europeos pretenden ocultar
su ineptitud o, en el peor de los casos, complicidad por acción u omisión. El
terrorismo no es, como quieren hacernos ver, una ideología contra la cual se
pueda luchar sin más. El terrorismo es una táctica, es una estrategia que se
usa siempre que dé resultado. Hoy el terrorismo es musulmán, ayer fue marxista,
anteayer anarquista. Plantear, por tanto, el combate como contra el terrorismo
es tomarse a broma la situación en la que nos encontramos.
Para resolver
un problema no basta con ir contra las consecuencias o contra lo circunstancial
sino que es necesario acabar con la causa, con la esencia del problema. Así, un
médico tratará una enfermedad eliminando la causa de ésta y no se dedicará en
exclusiva a combatir los síntomas. La enfermedad se llama Islam, el síntoma se
llama terrorismo. No verlo o no querer aceptarlo pone en peligro la vida del
paciente. Y el paciente se llama Europa, se llama Occidente. El paciente en
riesgo somos nosotros mismos.
CeR
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