domingo, 25 de marzo de 2012

Contra la mediocridad (I)


La mediocridad es una enfermedad que afecta a las personas y a las sociedades. En España, cuánto me duele decirlo, se ha instalado, y lo que es más grave fomentado, en los últimos 50 años, para conseguir un pretendido igualitarismo.

Es mediocre el ser humano que no busca mejorar en su quehacer diario, el que no tiene ninguna ambición por saber más, por ser más. Se conforma con ir tirando, con hacer lo menos posible, con salir del paso, con la chapuza.

Hay un dicho muy difundido, con respecto al trabajo, que podría formularse así: me pueden engañar en el sueldo, pero mi venganza es engañar con un trabajo de ínfima calidad. Las consecuencias son gravísimas para el propio trabajador y también para la sociedad.

El trabajador que no se esfuerza por hacer su trabajo mejor, cada día, cada hora y cada minuto, además de no progresar, convierte su trabajo en algo insoportable, porque en ningún momento puede sentirse orgulloso de lo que hace, porque es una basura y una estafa a su empresa y a la sociedad, pues los servicios que presta o los bienes que produce, son deleznables. Todavía recuerdo el orgullo con que enseñaba a su hijo las puertas de un edificio que había hecho él. Había puesto el alma en ellas, había elegido amorosamente la madera, las había tallado primorosamente. El ya se ha muerto, probablemente su hijo también, pero las puertas siguen funcionando (a pesar de los soles y los fríos de mi tierra), siguen siendo bellas, y algunos seguimos recordando el nombre del carpintero que las hizo.

Es mediocre el estudiante que estudia sólo para aprobar, cuando tiene capacidad para sacar sobresalientes o simplemente notables. Su estudio, que carece de la finalidad esencial: aprender, saber más y se convierte en una esclavitud sin sentido y sin ninguna mejora personal, pues no enriquece y como se ha hecho con desgana, se olvida fácilmente lo aprendido, por lo que el estudiante no crece como persona, y no sabrá aplicar sus concomimientos a nada, porque simplemente no tiene conocimientos. Con nuestro sistema educativo actual todo se archiva en la memoria ram del ordenador, que en cuanto se apaga deja de existir. No les empapa lo aprendido, les resbala como el agua que baña un guijarro: deja su alma seca y a lo más que aspira es a darle al guijarro una inútil capa de verdín.

En próximos artículos veremos muchas otras formas de mediocridad y sus consecuencias funestas para la sociedad. 

Juan Ramón Prieto

1 comentario:

  1. Al final esto, como tantas otras cosas, el producto de la lluvia fina. Es lo que la sociedad observa porque desde arriba se le enseña en ese camino. Cuando alguien intenta resistir, el argumento es siempre el mismo: ¿Vas a apechugar tú cuando ese está ahí tan ricamente?

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