martes, 13 de marzo de 2012

Historias de la π radio

Cuando un tonto titulado y con aval de experto se pone delante de un micrófono nadie sale ileso. Hace pocos días, en el espacio para el que trabajo, uno de los habituales, licencia de experto en cultura china, amantecado por los yuanes que pagan sobornos al más puro estilo Nóos, invitando a conferencias y pagando cursos que no interesan a nadie, salió por las ondas asegurando que en China se defiende tradicionalmente la vida. La indignación de los oyentes no era para menos. Pero, claro, había que vender las bondades de trabajar como chinos porque un empresario español había asegurado que es el espíritu de Confucio el que les ha colocado como segunda potencia económica del mundo.

Que el Partido Comunista Chino ha hecho verdaderos esfuerzos por revisar, mejorar y ampliar el capitalismo es innegable; la bonhomía del giro, que diría un moderno, es lo que está por ver. El máximo órgano de representación chino ha ido dando volantazos desde los 80 para vencer al tradicional enemigo con sus propias armas sin perder ninguna de las malas artes que adornan su historia. Se han convertido en auténticos gurúes de la economía de mercado. Ya no hablan de planes quinquenales, ni de revoluciones culturales; ahora compran deuda de estados en quiebra y se han convertido en los banqueros del mundo.

Un sistema tan neutro de hacer negocios que es la quintaesencia del capital; tenemos un bussiness con el diablo y nos renta que te rilas. En cualquier parte del mundo, los intereses de los chinos son los intereses nacionales, o son los intereses de los gobernantes de las naciones, mejor dicho. No entran en conflicto bajo ningún concepto, base radical del éxito de sus negocios con algunos de los países más conflictivos y demonizados por Occidente. Si los niños Hutus pueden escribir en sus cartillas escolares es porque tienen una cartilla y un lapicero made in China. La hoja del machete que les amputará los brazos también está fabricada con acero chino, y los coches que llevarán la muerte al poblado y las carreteras por las que accederán al mismo también son de fabricación china. Occidente no objeta porque objetar es condenarse a la beneficencia. Así que calla desmanes dependiendo de su origen.

De lo general a lo concreto. Nuestro opinólogo experto en China (escasamente experto en arroz tres delicias y té jazmín), olvidaba sin duda las políticas de hijo único que se han llevado por delante a tantos ciudadanos chinos y los orfanatos en los que las niñas chinas (ser niña es una putada en China salvo que te vaya lo de ser vendida al mejor postor con ocho años, sea este el hijo del vecino con el que te casarás o el ciudadano yanqui que te desflore) se hacinan hasta el embrutecimiento y la pérdida de la razón. Desconoce también el dato de las más de mil ejecuciones sumarias anuales que denuncia constantemente Amnistía Internacional o Reporteros Sin Fronteras, los encarcelamientos de disidentes o la censura en las comunicaciones. Pero todo esto es porque, seguramente, nunca ha estado en China. Habrá estado un par de semanas en Pekín o en Shangay, se habrá puesto a disposición del cónsul español en Pekín o del cónsul chino en Madrid, pero no ha pisado la China no oficial.

Esa China no oficial es la que, como nosotros, españolitos adocenados por los programas televisivos de encuentros, morrallas varias y pedorreces de todo tipo, se acomoda todas las semanas para disfrutar de uno de los programas de máxima audiencia en los que se sigue la trayectoria vital de algunos reos a muerte, de sus familias y convecinos, con especial atención a lo que sucede por sus vidas minutos antes de palmarla. Todo con profusión de lágrimas y aspavientos de una de esas presentadoras chinas a las que nos gustaría arrebatarles el cinismo a bofetadas.

Nuestro ilustre profesor dice estas cosas porque espera que le unten la manteca, sabe que es la corriente más liberal posible y más de moda, cree haber sido el primero en llegar -setecientos años después de haberlo hecho otros- y se apunta al carro del ganador.

Europa quiere que España, Italia o Grecia sean los chinos de Occidente. Pronto habrá trabajo para todos (ganando 400€ al mes, eso sí). Podremos, como los niños Hutus, comprar lapiceros chinos, sacapuntas chinos, consolas chinas, sopa de aleta de tiburón china, y demás zarrios sin valor añadido alguno. Podremos hacerlo no porque tengamos acceso a un nuevo mercado (ya de por sí bastante introducido) sino porque no nos va a quedar más remedio que comprar en ese mercado de baratijas. Ilustres profesores dirán entonces que la fórmula china ha conquistado nuestros corazones por su buen hacer, su gusto por el trabajo y su cultura del esfuerzo. En realidad, estarán poniendo el acento en sus dos virtudes principales: la esclavitud y la explotación.
Juan Manuel Pozuelo

Nota del editor: el vídeo al que se refiere Juan Manuel Pozuelo apenas ha durado tres horas en la red. Sin embargo, hemos conseguido por medio de Almudena Ariza, corresponsal de RTVE en China, otro enlace donde se muestra ese bárbaro programa de televisión. Pinchando aquí pueden verlo.

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