Acaparan las páginas de los principales diarios nacionales
las noticias sobre la reciente condena al antiguo presidente de Baleares, Jaume
Matas, y sobre la conveniencia o no de que tal condena se proyecte sobre su
partido y la importancia o no de que bajo las siglas del PP cometiese los
delitos que se han considerado probados. Por otro lado, siguen coleando los
casos de los ERE’s andaluces que, a su vez, salpican al entorno del propio
presidente Griñán y del antiguo presidente Chaves. Un caso, y otro, y otro, no
han dejado de gotear sobre corruptelas de distinto tipo en todas las
Comunidades Autónomas a lo largo de las tres últimas décadas, esto es, desde
que comenzó la existencia de dichas Comunidades.
En otro frente, se analiza la duplicidad de competencias en
multitud de áreas y la necesidad de poner coto a unos gastos desmedidos por
triplicado. Sin embargo, se plantean opciones como eliminar las Diputaciones
Provinciales y reorganizar los ayuntamientos agrupándolos no se sabe muy bien
en función de qué criterios, aunque sospechamos que únicamente el económico
-recordemos que es gracias a las Diputaciones por lo que los municipios más
pequeños tienen servicios tan básicos como el agua corriente o la electricidad,
las carreteras asfaltadas o repetidores de telecomunicación, entre otros, y que
existen ayuntamientos con más de dos mil años de historia-. Sin embargo, en
ningún momento se plantea el cierre de las Comunidades Autónomas, generadoras
de la mayor parte de gasto en nuestro país, además de ser los mayores focos de
corrupción política a gran escala como demuestra la condena de ni más ni menos
que ocho presidentes de autonomías, aparte de decenas de consejeros y diputados
regionales.
Es necesaria una nueva estructura estatal y una nueva
organización territorial. Pero seamos sensatos: los ayuntamientos, algunos con
fueros seculares y otros con tradiciones propias, son instituciones naturales
del ser humano que no pueden depender de las diversas circunstancias socioeconómicas
de cada lustro o de cada década. De ser así, España se convertiría en un
ingobernable caos y los municipios, actuales instituciones de trato directo con
la población, perderían toda su eficacia. Por su parte, las Diputaciones
Provinciales, de desaparecer, provocarían, además de la desatención a los
municipios más pequeños y con ellos a todos sus habitantes, un centralismo
multiplicado por diecisiete que aumentaría a la enésima potencia la tentación
caciquil de los rectores regionales, gobiernen éstos bajo las siglas que
gobiernen.
La organización territorial por Comunidades Autónomas, un experimento
que se hizo queremos creer que con buena intención, no ha dado el resultado
esperado: la economía se ha hundido en su pozo sin fondo, la unidad se ha
resquebrajado con añagazas egoístas y la desafección del pueblo por su clase
mandataria es más que palmaria. Es necesaria una nueva estructura territorial,
eso es cierto, pero hay que comenzar, cuando sea posible, por eliminar las
Comunidades Autónomas y, por otra parte, dejarse de experimentos carísimos y de
dudosa eficacia con instituciones que han demostrado su validez durante siglos,
tales como ayuntamientos o diputaciones. Seamos cuidadosos con nuestras
ocurrencias porque después seremos nosotros los que paguemos los platos rotos.
Cruzando el Rubicón
Una pregunta inocente: ¿En el marco actual, quién tiene la potestad para eliminar las Comunidades Autónomas?
ResponderEliminarPues eso.
Othar