Tengo la enorme convicción de que no entiendo un carajo, y
perdonen ustedes el modo de señalar, sobre economía y asumo, quizás hasta
orgulloso, que me aburre hasta la nausea tanta cifra, tanto análisis y tanta
adoración a esos nuevos oráculos de Delfos. Creo que las cosas cuanto más
simples, mejor. Cuando algo es extremadamente enrevesado, así de suspicaz que
soy, me da la impresión de que es un timo. Y si para el fraude usan términos
ininteligibles y usados por vanidosos iniciados, además de aburrimiento siento
un poco de asquito, la verdad. Porque no se puede ser tan cursi, no me digan
ustedes que no.
Por ejemplo, y sin liarnos demasiado, está el tema de las
privatizaciones. Ya saben que en la década pasada y antepasada en el solar
patrio se vendieron a troche y moche compañías estatales, de ésas que daban
beneficios al Estado, de ésas que aliviaban la presión fiscal al españolito de
a pie. Y, sinceramente, nunca he entendido muy bien el porqué Telefónica, por
poner un ejemplo, se vendía a señores con posibles. Sí, ya me han dicho la
excusa de que si libre mercado, que si libre competencia, pero insisto en que
no veo el problema en que una de las compañías sea de titularidad estatal, y
menos aún cuando el sector en cuestión, las telecomunicaciones, es tan estratégico
-dicho sea de paso que allá en Europa hay Estados que son propietarios de
compañías telefónicas... compañías que a su vez son propietarias de las que le
hacen la competencia a Telefónica de España, véase France Telecom y Orange-.
Gracias a Dios, siempre vienen nuestros próceres a
aclararnos las dudas que, simples mortales como el abajo firmante, tenemos por
ignorantes y descerebrados. Para qué sirve la privatización, va y dice el
plebeyo, parece que susurran los inmensos líderes que tanto y tan bien nos
gobiernan, loados sean. Y como con ejemplos todo se entiende mejor, pues van
nuestros amados guías y nos ofrecen no uno sino tres sobre para qué sirve la
privatización. ¿Les suena los nombres de Iñaki Urdangarín -yerno del rey, por
si alguien está despistado-, Paloma Villa -mujer de Eduardo Madina, a su vez
dirigente del PSOE- y José Iván Rosa -marido de Soraya Sáenz de Santamaría,
vicepresidente del Gobierno, ni más ni menos-? Pues esos tres premiados, entre
otros, son la demostración palmaria de para qué sirven las privatizaciones:
para colocar a los familiares sin tanta traba como con la empresa estatal, que
siempre estaría el Tribunal de Cuentas dando por saco.
Pero no crean que es injusto, no: qué menos que proporcionar
a nuestros gurúes estabilidad en su vida familiar. Caray, que no somos
salvajes. Como el romano aquél, menudo bestia, que fue y cascó que su mujer,
además de serlo tenía que parecerlo. Qué barbaridad más gorda, ¿verdad?, qué
sinsentido, qué burrada. Ay, menos mal que nosotros somos modernos y no unos
asilvestrados, como ellos. Como los romanos.
Diego Garijo
Magnífico.
ResponderEliminarSólo una corrección: Es Madina, no Marquina.
Bueno será recordar el tema porque en la rampa de lanzamiento están las loterías, los paradores y los aeropuertos (aunque sólo los buenos, los que dan pasta).
Llenaremos la caja de golpe, sacaremos pecho, y luego disimularemos mientras los nuevos dueños se forran de por vida mientras al Estado se le acaban los ingresos.
Ahora que pienso... pues como con Aznar, ¿no? Milagro económico, lo llaman. A vender las joyas de la abuela.
Interesante reflexión.
ResponderEliminarPara terminar de adornar el pastel: ¿Por qué se alaban las bondades de la privatización de algunas de las empresas estratégicas españolas (energía, transporte, telecomunicaciones), y a la vez se está montando una red de MILES de empresas públicas a nivel estatal, autonomico, municipal?
Sinceramente, pienso que el problema es mucho más profundo que un modelo económico u otro, se trata de un problema falta de profesionalidad, honradez y cumplimiento de la ley, no necesariamente por ese orden. Con estos tres factores, se privatizarían o nacionalizarían las empresas según los intereses nacionales, de una manera decente, eficaz y eficiente.