viernes, 30 de marzo de 2012

Retroceso

Pasada la jornada de huelga, en la oficina se debate, sin mucho convencimiento, sobre lo que la rodea. Que si la reforma tal. Que si los sindicatos cual. Que si los bancos esto. Que si los políticos aquello. Al final, lo que sale a nada que rasques es lo habitual: Hartazgo, asco y cansancio. De unos y de otros. Alguien intenta dar más profundidad a la charla, entrando en detalles y particularidades. Y además abre el campo y plantea, en general, cómo está el patio. Con el personal, en el mejor de los casos, tentándose la ropa.

Surge entonces la ocasión para provocar. Y lo hago. Retroceso, dicen que es esto. En asuntos de trabajos y sueldos. Ojalá.

Alguno me mira extrañado, otro ya me conoce y adivina por dónde voy. Retroceso, continúo, sería llegar a una situación en la que un trabajador se empeñara en la defensa de su marca y ésta en la de él. Retroceso sería una familia en la que le entrada de un único sueldo permitiera ir pagando las cuentas. Retroceso sería que ese único sueldo permitiera el pago en menos de 10 años de un hogar para la familia. Retroceso sería, una vez pagada la casa, permitir unos estudios útiles a la prole. Y retroceso sería un panorama, pasadas todas esas etapas, en las que los padres, ya mayores, dispusieran de recursos para su vejez e incluso para echar una mano a los hijos.

Retroceso, dicen. Ojalá.

La provocación causa su efecto, y ante las protestas de uno de los interlocutores, zanjo. ¿Qué tenían tus padres con tu edad y qué tienes tú verdaderamente tuyo, ya pagado y con la vida por delante? Pues eso.


Gonzalo García

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