jueves, 8 de marzo de 2012

La sociedad (de la información) es la culpable

Nos convocan a reunión en el colegio de la mayor (12 años, 1º de la ESO). Acudo pensando que es una reunión habitual, informativa del curso, pero me encuentro con que a los tutores de los dos grupos les han saltado las alarmas tras sus pruebas de preevaluación. El nuestro nos avisa. Su intención al citarnos, dice, es asustarnos. Porque él como padre se asustaría. La situación no es buena y queda sólo (o todavía) medio curso. Personalmente agradezco el gesto. Mucho.

Se habla de la situación y se busca el origen del problema. A., el tutor, no sólo es profesor de Sociales. También es entrenador deportivo y vive mucho con los chavales de todas las edades. Muchos viajes y torneos hacen que a sus oídos llegue mucha más "vida real" que a la del común de los profesores. Y sabe lo que hay. Y además de eso, que le ofrece motivos para acongojarse por lo que espera a sus hijas, observa la evolución de las costumbres.

Llegamos al asunto. Móviles. Internet. Redes sociales. Instrumentos, dice él y comparto yo, muy útiles. Si se saben usar. Pone uno de mis ejemplos favoritos: ¿Un cuchillo es bueno o malo? Sin duda es bueno si queremos cortar pan y chorizo para hacernos un bocata, o para trocear el filete. Pero malo si le damos una puñalada a alguien. Evidente, ¿verdad?

¿Y las redes sociales? ¿Son buenas o malas? ¿Internet? ¿La tele? ¿El móvil? Son herramientas. Útiles si se les busca utilidad. Buenas si se usan bien. Terribles en según qué manos. La charla sigue por los derroteros acostumbrados. Me gusta oír de sus labios consejos sabios (algunos evidentes) y recomendaciones sabidas pero que conviene repetir. Información, guía, educación, control, y en caso necesario limitación y restricción.

Llegados a este punto, me quedo con un dato que aporta A. de su estudio, que incluye una encuesta anónima a los chavales: La mayoría de ellos tienen móvil con conexión a internet. Algo que yo ya sabía, porque mi hija me lo cuenta. Lo que no dice ese estudio es que de los que no tienen la conexión, casi todos tienen un móvil con conexión wifi, con lo que se conectan igualmente, en casa o en el colegio.

Les recuerdo, tienen 12 años.

Un primer impulso me empuja a intervenir para reflexionar en voz alta sobre la responsabilidad que debemos tener los padres, pero una mezcla de prudencia y de mal presagio me hace callar. Al fin y al cabo yo soy nuevo en el colegio, voy a mantenerme siquiera un curso observando el entorno.

Apuesto conmigo mismo a que llegará el lamento que espero. Y llega, vaya si llega. De varios padres. Pero uno de ellos lo pone en bandeja. "Yo estoy desesperado" -dice- "porque la niña tiene unas ojeras horribles, porque se levanta de madrugada a coger el móvil.. y vengo a recogerla y está ahí, con la cabeza metida y tecleando sin parar". Varios asienten, y en voz alta expresan su impotencia.

Yo me sigo reprimiendo, por ver si alguno de los presentes, que al fin y al cabo ya se conocen, interviene. Nadie lo hace. Nadie dice "oid... ¿y esos niños de dónde sacan los móviles con internet? ¿Se los regalan con los libros de texto? ¿Salen en las bolsas de pipas? ¿Quién les paga la cuota mensual, nada barata, que cuesta?"

Nadie entona el mea culpa. Nadie es responsable de que los niños tengan 24 horas al día un instrumento del que están haciendo mal uso... pagado por sus padres.

Mi hija dice que las chicas de su clase le preguntan que por qué no tiene una Black&Berry. Que prácticamente todas la tienen. Que es "lo normal". Mi hija me dice desde hace años que sus compañeras tienen, además de la BB, ordenador y tele en su cuarto, sin filtro ni control. Y por supuesto, de que sus padres se sienten con ellas y les guíen siquiera mínimamente (ni para bien ni para mal), ni hablamos.

Sigo viendo la expresión de esos padres. ¡Cómo puede pasarle eso a ellos, a sus niños! ¡Si les hemos dado todo! Pero claro... la sociedad es la culpable.

Gonzalo García